Colección Monstruos


No os asusteis: si os portais bien, no os harán ningún daño...




Begoña es una criaturita muy superficial. Para ella las mejores personas son las que van a la última y llevan los mejores complementos y el mejor maquillaje. No soporta a la gente que no sabe vestir con decencia.
Ella se cree profunda y, aunque no lo sea, tampoco es mala. Simplemente no se puede hablar con ella de nada mínimamente importante.
Al parecer no se da cuenta de que en realidad va desnuda. Eso sí: cada semana se compra unos zapatos de tacón nuevos. También se hace la manicura y se pinta los labios y los ojos.
Vive en los bolsos de las personas más pijas de la ciudad.





El pequeño Carlos vive en las fuentes de las grandes ciudades y pintorescos pueblos a los que los turitas visitan.
Espera escondido a que estos tiren sus monedas con el anhelo y la creencia de un futuro regreso... Entonces, cuando nadie mira, Carlos sale de su escondite y se zampa las más doradas y gruesas de las monedas
de los turistas.
Hay niños que encuentran divertido coger monedas de las fuentes…
Bueno, lo han encontrado divertido hasta verse sin dedos, pues a Carlos no le gusta que le toquen la comida…
De vez en cuando, en motivo de una gran celebración, se come algún pececillo naranja.





¿Alguna vez, dibujando, os ha ocurrido que algo os ha susurrado en la oreja derecha que debíais poner una línea allí, más sombras por allá o simplemente que lo colorearais de otra manera?
Ese, seguramente, era Comsilinsky
Se trata de un monstruito minúsculo muy perfeccionista y al que le encanta ayudar a algunos niños a dibujar bien.
Se alimenta de miguitas de pan y trocitos de goma de borrar, y le encanta vivir en las orejas de la gente.
Adora sobre todas las cosas las figuras imposibles de Escher, sus fantásticos grabados…





Conrado Juan es un monstruo tranquilo y tímido de unos 5 cm de altura. Le gusta vivir cerca de los niños humanos, aunque rara vez se deja ver.
Si alguna vez lo ve en la habitación de su hijo, ¡no lo asuste ni le tire un zapato!
Estas criaturas asisten al nacimiento de los niños humanos y, desde ese primer momento, se comprometen a protegerlos de los monstruos malvados que acechan en los rincones oscuros de su pequeña habitación.
Si un monstruo intenta hacer daño a su protegido, Conrado se pone muy violento.
Normalmente abandona a los niños cuando éstos cumplen los 6 años (entonces se va a proteger a otro recién nacido), aunque existen casos en los que el pequeño monstruo ve conveniente seguir al lado del niño toda la vida... -Para él, su niño siempre es un niño. 
Si decide quedarse más de los 6 años del niño, automáticamente su propia vida se reducirá a lo que vaya a ser la vida de su protegido...
Conrado puede morir por diferentes razones. Una es si su niño muere. Entonces la criatura se desvanecería recostada en los juguetes o en la almohada del pequeño.
También puede hacerlo si otro monstruo lo llegara a matar (si eso ocurriera, el niño quedaría a merced de los monstruos malvados).
Se alimenta de las migas que el niño deja caer, de la leche con Cola-Cao que queda en las comisuras de su boca y de caracoles incautos.
Le gusta dormir bajo algún pliegue de la almohada del pequeño.



Ernesto, cuando era humano jugaba en un equipo de rugby. 
Era violento, basto, mal educado y no destacaba como buena persona.
Pero cuando, un día, cuando un zombie lo infectó por accidente mientras entrenaba solo, su vida y su personalidad cambiaron: 
Le repugnaba ver como era antes de ser zombie, pero le repugnaba aún más su naturaleza actual.
Por eso se apartaba con miedo de los de su clase y se refugiaba en el bosque, comiendo cerebros de perros vagabundos y de algún que otro jugador de rugby...
Como veía que esos cerebros eran poco consistentes y siempre se quedaba con hambre, un día entró en una librería y se zampó el cerebro de la dependienta.
Le gustó muchísimo, porque era un cerebro sano, inflado de conocimiento y sabroso.
Pero cuando acabó de comérselo vio el cuerpo de la mujer inerte, roto y frío, lleno de sangre...
Jamás ha vuelto a querer comer un cerebro inteligente.
Come cerebros de gente despreciable con cerebros podridos, negros, pequeños y vacíos. 
Por eso el pobre siempre tiene hambre...




Fufuleng es un monstruito pequeño y sucio que no hace nada. Nada de nada.
Le gusta vivir en las casas donde hay niños porque adora comerse el yogur que alguna vez vomitan los pequeños... 
No hay mucho que contar sobre él: no habla, se arrastra como puede y le gusta la música clásica.
De vez en cuando se va al cine, pues les gustan mucho las pelis de acción en las que sale Nicolas Cage.





Króliok es el guardián de los bosques. Mide unos dos metros y medio y su cara jamás cambia de expresión, ni aún cuando se enfurece…
Se siente muy solo, pues, con su terrible y amenazante aspecto, nadie se atreve a acercársele.
Por las noches, si el bosque está agitado y nervioso, Króliok canta. Su voz es tan harmoniosa y su canto tan triste, que todo el bosque se adormece, como si de una nana se tratase…
Su gran sueño es conocer a Big-Foot, pues es un gran monstruo del que todo el mundo habla y al que todos quieren. Le encantaría conseguir su autógrafo y preguntarle: “¿Cómo puede un monstruo grande y amenazador, hacer amigos?”




A pesar de su extraño aspecto, Miki no es más que un niño.
De bebé fue víctima accidental de un brujo vudú chapuzas.
Bueno, en realidad era un escocés que jugaba a ser brujo vudú… 
El caso es que los padres de Miki, cuando vieron el destrozo que había hecho el loco escocés con su libro y palabras raras, se horrorizaron, pues ya no podrían tener al hijo normal que siempre habían deseado. Así que decidieron abandonarlo en el bosque, ya que, con ese aspecto tan siniestro, ¿quién lo podía querer?
Miki tuvo suerte e, irónicamente, fue encontrado por ese mismo brujo chapuzas pelirrojo.
Por lo visto había sido denunciado tantas veces por sus hechizos mal hechos que se había tenido que retirar al bosquecillo, viviendo en una bonita casita que él mismo construyó. Desde entonces Miki vive feliz ahí, junto a este torpe escocés.
Le gusta leer, jugar a que es un terrible pirata y bailar a lo loco con música indie-folk.





Lo primero que tiene uno que saber sobre Ramón es que adora los cuadrados.
Lo segundo es que no soporta que le llamen gordo. Si alguien se atreve a decírselo, él ataca con sus largas y fuertes uñas de los pies... ¡Así que mucho cuidado!
Le gusta pasear por el campo tarareando canciones de Ray Charles.
Cuando hace estas escapaditas campestres, aprovecha para cazar algunas babosas, pues es famoso por su deliciosa Babosa a la Plancha con salsa de Arándanos.
Ramón es muy simpático, amable y bromista. Pero recuerda: no le digas que está gordo…





El pequeño Raminstófeles tiene una historia triste: 
se alimenta de la autocompasión y la tristeza de la gente. 
Él lo odia, pero no tiene más remedio que rodearse de gente triste y vacía, pues, si no lo hiciera, si se acercara demasiado a gente alegre y risueña, acabaría sin energías y finalmente moriría…
Está condenado a vivir triste… 
Y muchas veces se pregunta si no valdría la pena, a cambio de algo tan grande y a la vez tan insignificante como la vida, reír a carcajadas con un buen amigo hasta desaparecer por completo. 
Por ahora vive con miedo de sonreír demasiado...

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